Actitudes frente al trabajo sexual

Etimológicamente “actitud” es un término que surge en castellano a comienzos del siglo XVII proveniente del italiano “attitudine”; y con esto, los críticos del arte italiano aludían a las posiciones que el artista le daba al cuerpo de su estatua (Martín-Baró, 1999), generalmente todas las personas tomamos cierto tipo de actitud frente a diversa temáticas sociales: el trabajo sexual, por ejemplo, esta lleno de percepciones con morbo, ironía, sarcasmo, discriminación que giran en torno a una moral pre-diseñanada entre los esquemas del ideal-machista, que se espera sea capaz de reflejar una mujer en términos de “buena conducta” y bajo la concepción de “una moral intachable”. Este tipo de aseveraciones según Martín-Baró responden precisamente a un esquema de actitudes; ya que ésta: es una postura preparatoria, una orientación determinada del cuerpo, que prepara al individuo para percibir y actuar de determinada manera, en la que se materializa y expresa la postura del espíritu (Martín-Baró, 1999).[1]

El foco rojo, la avenida España, una minifalda, tacones altos... y de inmediato piensa en una trabajadora del sexo, que por lo general la actitud que incita por parte del género masculino heterosexual el morbo, los piropos típicos, la curiosidad, el sexo... y por parte en su mayoría del género femenino heterosexual son las críticas, las recriminaciones, el maltrato verbal; en ambos casos se genera una actitud y aunque no todas las personas conciban el trabajo sexual como un pecado; las situaciones, cultura y actitudes promueven e inducen manifestaciones típicas de repudio y esto es discriminación.

Rosenberg y Hovland (1960 citados por Gonzáles, 1981) definieron igualmente como componentes de las actitudes los siguientes:

1) Lo cognoscitivo: es la idea, la categoría utilizada, al pensar, valorada cognoscitivamente y a él pertenecen primordialmente los conjuntos de opiniones, las categorías, los atributos y de los conceptos.

Frente al trabajo sexual generalmente hay una serie de mitos que evidencian este aspecto cognoscitivo, como por ejemplo el hecho de pensar “es una elección”, “son sucias”, “tienen VIH”.

2) Lo afectivo: emotividad que impregna los juicios. La valoración emocional, positiva o negativa, acompaña a las categorías asociándolas a lo agradable o a lo desagradable.

Genera una actitud afectiva de rechazo, de discriminación, de morbo, de dudas que culturalmente son reforzadas.

3) La predisposición a actuar: inclinación a actuar de un modo determinado ante un objeto, un sujeto o acontecimiento. Resultado de la sucesión de los aspectos cognoscitivo y emocional.

En este sentido, las actitudes nos predisponen actuar, ejemplo de ello si una trabajadora del sexo llega a un juzgado o a una delegación policial diciendo que ha sido violada es tomado como una burla, como una mofa utilizando expresiones discriminativas e inadecuadas, de manera que no hay igualdad, equidad en sus derechos por el simple hecho de ejercer éste tipo de trabajo.

Las forma de adquirir las actitudes; no es innata, existen tres formas de adquisición:[2]
1. A través de la experiencia directa, con un objeto, persona o situación.
2. Mediante la objetivación de los efectos de un estímulo
3. Como una consecuencia de las comunicaciones que constantemente están describiendo las características, atributos o cualidades

Existen 3 factores que son determinantes de la formación de las actitudes:
  1. L s necesidades personales: Ya que se desarrollan en el proceso de satisfacción de las necesidades, por lo que son potenciadas aquellas que favorables hacia las personas u objetos que satisfacen estas necesidades.
         La pertenencia a determinado grupo: en especial los grupos primarios, porque :
1. Estos influyen para el conformismo y la homogeneidad de las  actitudes de los miembros.

2. Los individuos reciben la misma información y, a su vez, ellos participan en grupos que les presenten actitudes semejantes a las suyas.
3. Los nuevos miembros de un grupo, tienden a adoptar las actitudes compartidas por ese grupo para conseguir su aceptación. Y estos grupos, pueden llegar a ser grupos de referencia que actúan como modelo y guías de comportamiento.

  1. Dimensiones de la personalidad: ya que las actitudes variaran dentro del grupo, según los diferentes rasgos de personalidad de sus miembros.

Para Gonzáles (1981) al ser las actitudes aprendidas, su posibilidad de cambio es real, por tanto, la actitud de cambio es también una actitud que posibilita nuevas valoraciones.

Sin embargo, frente al Trabajo Sexual resulta idealista pensar en el hecho que la sociedad salvadoreña lo vea como una alternativa de trabajo se vuelve utopico sobre todo frente a las actitudes de la población que considera un tabú hablar de sexo, donde son discrinadas, señaladas y juzgadas... generar cambios de actitudes responde a empatía, al conocimiento de casos, a concientizarse frente a la diversidad en la que vivimos donde unos trabajan usando un martillo y clavos, otros recogiendo ideas y otras con el cuerpo. 

Prejuicio, Discriminación y Estigmas frente a las trabajadoras sexuales
Un Estigma social es una desaprobación social severa de características o creencias personales que son percibidas como contrarias a las normas culturales establecidas.
Si esta definición la utilizamos como un paralelismo podremos entender ¿Qué es Estigma de la Prostitución?  no es más que un rechazo por parte de la sociedad hacia las personas que practican y ofrecen servicios sexuales, esto se le atribuye más a la mujer porque así ha transcurrido por muchos años.
Es por eso que hoy en día muchos hemos visto a la prostitución o más bien el nuevo término “Trabajadoras Sexuales” y que a pesar de que muchas organizaciones feministas  han logrado que existan Leyes a favor de velar sus derechos como personas no brindan un respaldo jurídico hacia las mujeres que  ejercen el trabajo sexual. 
Las trabajadoras sexuales se sienten señaladas por la sociedad; a pesar de los inconvenientes que rodean este oficio, se resignan a continuar aunque tienen el deseo de conseguir otro tipo de empleo o la esperanza de encontrar una persona, un «príncipe azul» con dinero, que les ofrezca otra vida mejor; están inmersas en una situación rodeada de circunstancias que les impiden salir de allí, entre otras por poca preparación educativa o ser analfabetas lo que les dificulta acceder a otro tipo de empleo que demande más preparación; hay presentes necesidades básicas que requieren satisfacer; es fácil adquirir el dinero y no se necesitan habilidades cognitivas o destrezas especiales.[3]
La mujer trabajadora sexual ha sido estigmatizada, entendiéndose estigmatizar como «marcar, señalar, censurar, y enjuiciar» A las personas con frecuencia se las estigmatiza no por actos específicos sino por pertenecer a una categoría social devaluada. Estigma se usa con referencia a un atributo profundamente despreciativo. El estigma asociado con el oficio como trabajadora sexual, escriben que a pesar de los argumentos para la normalización del sexo, las trabajadoras sexuales son  señaladas como responsables de su propia situación y la mirada que hacen otros a la situación que viven ellas se aparta del contexto socioeconómico y de las conexiones con la pobreza, y de la desigualdad sistemática que caracteriza a la sociedad salvadoreña.
 En filosofía y psicología social, se descubre que los procesos de socialización y de formación de la identidad, el reconocimiento que hacen las personas de sí mismas es intersubjetivo. La identidad se moldea en parte por el reconocimiento o la falta de éste, así, un grupo de personas puede sufrir un daño si la sociedad que las rodea les muestra un cuadro degradante de sí mismas; esto podría ser el caso de las trabajadoras sexuales y su percepción del rechazo que les muestra la sociedad; la propia identidad depende en forma crucial de las relaciones con los demás.



[3] Trabajo Sexual, Disponible en:  http://www.bioline.org.br/pdf?rc05054 recuperado el 16 de mayo de 2015
[1] Acción e ideología: psicología social desde Centroamérica, Ignacio Martín-Baró Publicación: 1983, UCA Editores.
[2] Acción e ideología: psicología social desde Centroamérica, Ignacio Martín-Baró Publicación: 1983, UCA Editores.

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